lunes, 25 de abril de 2016

Cómo afectan a la salud los pensamientos y las emociones

Alerta de spoiler !! En este artículo se habla de cosas que salen en el documental "¿Y tú qué sabes?" que va de "física cuántica" (y otras cosas). Y es que este documental es uno de los pocos lugares "accesibles" a la gente de la calle para entender estas materias. Poca gente sabe, por ejemplo, que la psiconeuroinmunología nació de una doctora (Candace Pert) que se hizo famosa por este documental. Pero, vayamos por partes. A ver si consigo ponéroslo fácil.

Cada cierto tiempo, reaparece (como el monstruo del lago Ness) alguna noticia que habla del "descubrimiento" de un nuevo "cerebro" en el cuerpo. Que si el del estómago, el del intestino, ... Y se habla de cómo el cuerpo toma decisiones "autónomas" a las del cerebro. Y todavía se confunde más a la gente respecto al funcionamiento del cuerpo. Si ya poca gente tiene clara la fisiología de la circulación de la sangre o de la absorción de nutrientes, la circulación de la información y la gestión inteligente del cuerpo, todavía queda más lejos.

Y es que en el cuerpo circulan unos mensajeros, entre otros los llamados neuropéptidos, que notifican, masivamente y a todas las células a la vez, lo que está pasando a nivel neuronal, de emociones y de sensaciones (dolor, asco, pena , frío, miedo, ...). Y cada célula del cuerpo toma sus propias decisiones (dentro de su ámbito) para gestionar estas situaciones. Es obvio, que las neuronas no hacen lo mismo que las células de la piel y que toman "decisiones" menos físicas que las de la piel (y, mucho menos, si la sensación es de frío, por ejemplo). Y esto es muy importante recordarlo para que seamos conscientes de que no es el cerebro el que puede controlar cómo nos afectan los pensamientos y las emociones (basta recordar las inevitables mariposas en el estómago, cuando estamos enamorados de verdad). Es todo el cuerpo a la vez el que se entera de lo que está pasando y el que reacciona a los pensamientos y las emociones.Es por ello que no podemos evitar que los gestos corporales nos traicionen, por muy buena cara que queramos poner, cuando tenemos un disgusto, por ejemplo.

Pero eso no es todo. Las células del cuerpo tienen receptores específicos para estos neuropéptidos (como una cerradura para una llave), que les permiten recibir la información de forma bioquímica. La pega más grande es que, aunque no todas las células tienen la misma cantidad de receptores de cada tipo, la frecuencia e intensidad y el número de "mensajes" de un cierto tipo, pueden hacer proliferar sus receptores y, por lo tanto, disminuir otros. Hasta extremos demenciales. Y, cuidado, porque muchos de estos neuropéptidos son tan o más adictivos que las drogas más potentes. O sea que, la repetición de los sentimientos de pena, victimismo, ansiedad, baja autoestima, odio, rabia, ... nos hace adictos a estos sentimientos. Y nos inunda las células, reduciendo su capacidad para responder a otras funciones.

En una escena, para mí de las mejores del documental, vemos a una mujer envejecer mientras camina, mientras Joe Dispenza dice (más o menos): si los receptores de las células acaban siendo acaparados por los mensajes del maltrato emocional al que sometemos durante años a nuestro cuerpo, ¿qué importa lo que comemos, si ni siquiera les dejamos la posibilidad de procesar correctamente los nutrientes para obtener la elastina, que ayuda a mantener la piel joven?.

Y aquí no acaba la cosa. En el documental se habla (un poco) de cómo funciona nuestro cerebro, mediante las redes neuronales. A mí me gusta recordarlo con el ejemplo del gurú que, después de pasar 50 años sin hacer daño a una hormiga, salta al cuello de un primo, que no había visto en 50 años, porque le intentó ahogar cuando eran pequeños. Porque, a la vez, esta historia sirve para recordar a todos, por muy iluminados que se crean, que todos podemos caer, que todos estamos expuestos a los cambios repentinos en nuestra vida y que, quizás, no podremos controlar. Que debemos ser muy humildes. Que podemos ayudar a otros. Pero no creernos mejores o juzgar o dar lecciones de vida a nadie. Y tampoco olvidar que (como decía mi querido Anthony de Mello) vivir en un ambiente místico o monacal no tiene nada que ver con tener cuatro hijos y una hipoteca.

Y es que las redes neuronales van registrando lo que nos pasa en la vida elaborando una especie de "ranking" de emociones y decisiones ligadas a situaciones vividas. Pero, al igual que ocurre con la disciplina informática de las redes neuronales, la información no está registrada como sí/no, sino como seguro / casi seguro / más bien seguro / ni sí, ni no / tirando a no / casi que no, ... Y es con el estado "actualizado" de estas redes neuronales en cada momento con el que vamos tomando las decisiones sobre la marcha, partiendo de las experiencias previas almacenadas en nuestro cerebro. Pero, también, ciertas variantes de situaciones (no alineadas con la mayoría de redes neuronales) quedan registradas "a fuego". Son aquellas situaciones que el cerebro parece haber "olvidado". Son traumas o situaciones tan violentas para nosotros que no forman parte (aparentemente) de nuestro consciente. Pero que, cuando las detectamos, saltan de forma violenta y reactiva a nuestro consciente y no se guían por la "lógica" de nuestro comportamiento habitual (caso del gurú). En una palabra: no las podemos evitar, porque no forman parte de nuestro proceso de reaprendizaje vital. Porque son situaciones que nos hemos escondido a nosotros mismos, para no recordarlas.

Estas situaciones tan bestias son las que nos hacen más daño. Porque, a nivel cotidiano, parecen haber desaparecido. Sin embargo, las consecuencias, en forma de llovizna continuada de mensajes hacia las células, las mantienen vivas, haciéndonos daño a nivel celular y vital.

Pero, también, llenarnos de pensamientos positivos, puede darnos un impulso impresionante para superar cualquier cosa.

Y ahora viene lo más difícil de explicar. Porque sé que tendemos a las disquisiciones de lo que es la mente, el alma, la conciencia y parece que interesa más discutir dónde, cómo, quién, ... que centrarnos en el qué. Lo que quiero decir es que, por mucho que nos esforcemos en mantener una imagen mental de nosotros mismos (lo de menos es si la queremos mostrar a los demás o no), que por mucho que disfracemos nuestras reacciones como intuitivas, hay una enorme diferencia en lo que "nos sale del alma", como reacción instintiva, sin pensar, con respecto a lo que es un proceso mental. Y nos perdemos discutiendo dónde está el alma, si es parte o no de la mente normal, ... en lugar de saber distinguir lo que es cerebral, puramente, de lo que representa lo más íntimo de nuestro ser. Nuestra parte divina.

A los que leísteis, y recordais, las definiciones que hice en el conjunto de escritos (hace 10 años) que llamé "Camí d'amor", quizás os sonará esta forma de distinguir la rápida respuesta intuitiva (el alma, la conciencia), de la cerebral (demasiadas veces, también muy rápida): si la respuesta es amorosa, fácil, sencilla, alegre, no hace daño a nadie, produce paz, es positiva, dice como eres, ... es del alma / conciencia. Si no, no.

Conectar con tu propia alma te permite recuperar (con amor) aquellas experiencias negativas que te hacen daño y desactivarlas, para que te dejen de hacer daño. Sobre todo, en el cuerpo. Que es el lugar que el alma utiliza para enviarnos mensajes de si vamos bien o no. Y no dejará de hacerlo nunca, de forma repetitiva, con situaciones similares, hasta que aprendas y reconozcas lo que te está haciendo daño. Esta es la explicación de que, mientras tú aparentas tratarte bien, estás haciendo daño a tu cuerpo y tu salud. Si lo quieres en formato científico: la inundación del cuerpo con mensajes de neuropéptidos impide el correcto funcionamiento de la absorción de nutrientes, la circulación de macrófagos que combaten enfermedades, estanca las toxinas, impide la depuración, ... No es necesario que continúe. ¿Verdad?. Aquí puedes ver como no nos podemos curar de forma definitiva sólo dándole "remedios" al cuerpo. Porque cualquier mejora será sobrepasada por la "gota malaya" que está permanentemente afectándole. Y no la frenarás hasta que no cierres el grifo definitivamente a estas experiencias negativas que no has sabido vivir con amor.

Y ahora viene otro tema que el documental menciona y liga totalmente con la física cuántica: ya que sabemos que se activan los mismos centros cerebrales cuando hacemos algo que cuando lo imaginamos, ¿quién nos dice que lo que suponemos es nuestro cuerpo físico no es un holograma?.Tela. Y tampoco se quedan cortas otras explicaciones. Como la que dice que ¿cómo se explica que notemos cosas sólidas, como el hierro, si la distancia entre el núcleo y los electrones, es el equivalente a la longitud de varios campos de fútbol? ¿Cómo nos puede dar la sensación de solidez cualquier material si está infinitamente vacío?.

Pero, volvamos a nuestro tema. La salud.

A tu alma no la engañarás. Si no arreglas las cosas de verdad (y con amor) quizás engañarás a los demás y, tal vez, a tu cerebro. Pero no a tu alma. Y, mientras no arregles bien las cosas, el alma no dejará de enviarte mensajes, por medio del cuerpo, para que recuerdes que no vas bien y te estás haciendo daño. La curación profunda no llegará hasta que no te trates bien a ti mismo. Hasta que no te trates con amor, primero, a ti mismo.

Recuerda que, si no te amas primero a ti mismo, no podrás amar de verdad a los demás. Que nunca nadie te podrá querer más de lo que tú te quieres. Y que nunca podrás amar a nadie más de lo que te amas a ti mismo.

Vive en positivo. No hables de cosas feas. Disfruta de la inmensa generosidad del universo, de la naturaleza. Una rosa ofrece su olor a todos. No juzga. Muestra quién es al mundo. No se muestra diferente en función de quien la observa. Es libre de mostrar quién es, porque no se plantea actuar diferente para nadie. Toda la energía va encaminada a ser. No tiene que definirse, ni ponerse calificativos. Es.

La fuerza más impresionante del universo está a tu lado cuando te afirmas sin miedo (que es lo contrario del amor) y dices lo único que necesitas. Porque es la contribución de tu alma, diferente a todas las demás. La que hace falta para que seamos completos.


Yo soy.

domingo, 24 de abril de 2016

¿Por qué no funciona la medicina? ¿Por qué no nos curamos?

Para responder a esta pregunta, lo haré con la opinión mayoritaria de los mismos médicos. Lo más valorado es la cirugía. Seguida de la intervención de urgencias. A más distancia, la solución de enfermedades agudas. La gestión de la enfermedad crónica la encuentran incorrecta, mejorable (o, simplemente, nefasta) la inmensa mayor parte de los médicos.

Esta respuesta a la enfermedad crónica está diseñada, no nos engañemos, por los laboratorios farmacéuticos. Y no es de extrañar, ya que los médicos no hacen otra cosa que dar fármacos. Y como los protocolos y los fármacos van evolucionando, los médicos siguen las indicaciones ... de los visitadores médicos. Esta gente, llevan información y formación "nueva" a todos los médicos. La mayor parte de gastos de los laboratorios no van enfocadas al descubrimiento de nuevos fármacos, sino a la formación de los médicos en el uso de sus propios fármacos. En marketing, vaya. No evitaré una realidad lacerante. Después de años de carrera y muchos esfuerzos, a los médicos no les es fácil mantenerse actualizados. Y esta desactualización (que no la resuelve nadie) la "soluciona" el visitador médico. En el interés de quien le paga, obviamente.

El otro frente es de tipo legal. Hoy, un médico mira de reojo cualquier posible ataque legal que le pueda llegar. Y se cura en salud. No quiere problemas. Ni con los laboratorios, ni con los pacientes. Quizás mejor llamarlos "clientes". Cuadra más con una profesión, antes muy respetada, que se encuentra cada vez más cuestionada y perseguida. El respeto por los médicos y los profesores se ha transformado, en manos de una sociedad que ha perdido de vista todos los valores, incluso los que no deberían ser cuestionados, en una banalización que nos debería hacer pensar.

No valorar el esfuerzo que hacen los maestros, cuando la mayor parte de quienes los critican no son capaces de aguantar ni a sus propios hijos en casa dos horas, da vergüenza. Exigir a los médicos que sean un colectivo con vocación inquebrantable y disponibilidad absoluta, para luego tratarlos como lo hacemos es imperdonable. Pero también lo es que hoy en día hagan de médicos gente que no recuerdan que de sus actos dependen vidas. O gente que creen que pueden hacer de médicos como quien hace de tendero.

Pero, para ser justos, debemos mirar también hacia los pacientes. Quieren pastillas mágicas que los curen. Sin dejar de hacer lo que están haciendo.

Y encuentran lo que buscan. Les dan pastillas que no curan, pero los alivian. Y se conforman pensando "que no se puede hacer nada más". Y así vamos.

No escuchamos a nuestro cuerpo. Si lo hiciéramos sabríamos cómo curarnos.

No hace tanto que he descubierto que, para conseguir que los pacientes se curen a sí mismos, no basta con que yo aprenda el funcionamiento de la fisiología de su cuerpo y les dé herramientas. Es imprescindible que el paciente se haga consciente y sea consecuente si se quiere curar. Y, para ello, tengo que enseñar al paciente a escuchar a su cuerpo. Pero si el paciente no quiere hacerlo, sólo se podrá aliviar, no curar. El poder de curar, sólo lo tiene el paciente mismo. Debe salir de su conciencia, de su voluntad. Yo no lo puedo curar, sólo enseñarle cómo hacerlo, partiendo de lo que dice su cuerpo. Pero si el paciente se niega a escuchar a su cuerpo, es porque, en el fondo, no se quiere curar.

Este es el profundo "misterio" de que una gente se cure con unos tratamientos (o sin) y otra gente no se cure con ningún tratamiento.

¿Y por que?. Porque el hecho de curarnos empieza por aceptarnos y aceptar las cosas tal como son. Y no es nada fácil. Se necesita tiempo y ganas. Y ayuda.

Así que he hecho lo único que podía hacer: dedicar más tiempo a charlar con mis pacientes. A entenderles. Por mucho que las historias puedan parecer conocidas, no lo son en absoluto. Somos tan diferentes !!. Cada historia es diferente y le pasa a gente diferente. Lo que para mí es una minucia, para el otro es una montaña. Lo que para mí es un descalabro, para otro es una tontería. Y hace falta mucho respeto y empatía para entender esto. Y tiempo.

Por lo tanto, necesito más tiempo para entender a los pacientes. Porque, oído su cuerpo e interpretada su fisiología, puedo saber qué le falta para volver a la salud física. Pero, para que vuelva la salud completa y duradera, necesito un paciente consciente y que, en lugar de hacer las cosas porque las digo yo, las haga porque ha escuchado a su cuerpo que se las pide. Y yo les ayudo a escuchar a su cuerpo (y a su conciencia). Así saben si están preparados para curarse.

Creedme cuando os digo que podeis curaros (casi) cualquier cosa. Sólo necesitais ser conscientes.