miércoles, 30 de agosto de 2017

Soja y otras legumbres y cereales. Pan. Leche. Lactancia.

Como ya os he mencionado varias veces los perjuicios que nos pueden llevar los cereales, que sólo podemos consumir en muy poca cantidad, toca hacer unas cuantas aclaraciones y especificar de qué manera podemos nutrirnos con ellos.

El trigo dificulta la creación de serotonina y sus residuos, al igual que los de los demás cereales, ensucian las vellosidades intestinales, impidiendo la correcta absorción de nutrientes y haciendo que, aunque nuestra alimentación sea buena, el cuerpo no aproveche los nutrientes que le damos. El hecho de que haya personas con celiaquía, que simplemente son algo más débiles en este sentido, no nos debe hacer pensar que al resto le sientan bien los cereales que, repito, sólo pueden ser consumidos como excepción o de maneras controladas . Como siempre, no es lo mismo un descargador de muelle que una persona más sedentaria.

La soja puede traer complicaciones porque, como todas las legumbres, lleva antinutrientes (en el caso de la soja genéticamente modificada, los perjuicios ya no sólo vienen de los antinutrientes). En el caso de las legumbres comunes en nuestros lares, garbanzos, judías y lentejas, el proceso de remojo previo (unas doce horas) diluye un poco la presencia del ácido fítico o fitato (que viene a ser el principal antinutriente de las legumbres). También llevan mucho ácido fítico todas las semillas en general. Sobre todo las de cereales, pero también los frutos secos.

En el caso de la soja, la forma de evitar los antinutrientes es consumirla fermentada, en forma de salsa de soja, tempeh, miso y natto, que son las formas más saludables de consumir la soja.

Curiosamente, el ácido fítico es bueno en poca cantidad. Por eso os he comentado más de una vez que no estamos hechos para comer demasiadas legumbres, ni cereales. En su forma natural, estos alimentos despiertan la reacción de nuestro cuerpo para que no se consuma mucho. Siempre que nuestro cuerpo, debido a la mala alimentación, higiene física y mental, no esté excesivamente envenenado y no detecte las señales. Un ejemplo más de que lo que hay que hacer es desintoxicar nuestro cuerpo y dejar de alimentarnos y tratarnos mal, no añadir más y más suplementos para compensar lo que hacemos mal. En un cuerpo "desquiciado" los problemas no paran de crecer porque, entre otras cosas, pierde la capacidad de detectar lo que le perjudica.

El ácido fítico disminuye la capacidad de absorción del cuerpo de algunos minerales, como el hierro, zinc, calcio, magnesio y cobre durante el mismo proceso digestivo. No afecta a las comidas anteriores y posteriores. Por eso es importante vigilar, no sólo la cantidad, también la frecuencia con que comemos estos alimentos. Ojo que esto sólo es del todo cierto en el caso de los vegetarianos y veganos, porque el hierro y el zinc de la carne sí puede ser absorbido en la misma comida.

Otro aspecto a destacar en la soja es su alto contenido en isoflavonas (fitoestrógenos), que si bien pueden ser beneficiosos en algunos casos, en otros puede provocar efectos hormonales indeseados, sobre todo en mujeres y niños. La soja también tiene elementos que interfieren en el mecanismo de absorción del yodo y pueden alterar las funciones de la tiroides. Hay muchos estudios que defienden la soja como factor que evita ciertos tipos de cánceres, junto a otros que, a pesar de reconocer este aspecto, destacan que provoca otros. En cambio, parece que el proceso de fermentación ahorra las consecuencias negativas del consumo de soja.

En definitiva, como todo en la naturaleza, el proceso de fermentación es una ayuda en la alimentación y produce beneficios. Porque hace lo mismo que nuestro intestino y, por tanto, le evita mucho trabajo en nuestro proceso digestivo, ablandando y predigeriendo alimentos que, en formas no fermentadas, pueden ser difíciles de digerir o generar subproductos perjudiciales para nuestro cuerpo.

De manera similar, el proceso de dextrinado de los panes hechos con masa madre fermentada, simplifica la digestión de los almidones al convertirlos en dextrinas, que vendrían a ser lo que son los aminoácidos en las proteínas, los ladrillos de base para construir los bloques más grandes. El pan dextrinado (correctamente) es la forma de poder consumir pan con más asiduidad. El que conozco más recomendable es el pan dextrinado de SANTIVERI, con semillas de lino, por ejemplo.

En el caso de la leche, ya sabéis que cada especie tiene una composición de la leche materna absolutamente diferente. En el caso de los humanos, hemos abusado mucho de la leche no materna porque el estilo de vida actual no facilita a las madres la lactancia a los hijos durante mucho tiempo.

Todas las fórmulas maternizadas son una chapuza. Entre las que utilizan la soja (nefasta para el niño) y las que usan de base cualquier tipo de leche pasteurizada. La pasteurización destruye todo lo que es bueno en la leche y, en cambio, abre la puerta a posteriores desnaturalizaciones, aún más graves. El proceso más aceptable, como hacían nuestras abuelas, es hervir leche fresca de vaca, si conviene más de una vez. Pero debe ser leche de vacas de las que ya no se encuentran: de las que comen únicamente pasto y que no reciben medicamentos químicos. Porque las infecciones que tienen las vacas estabuladas contranatura son combatidas con cócteles de antibióticos y medicamentos que se comen los consumidores de leche. Recordad que en EEUU el 80% de los antibióticos son destinados a los animales de "granja".

Y termino con algo de aquello que siempre me ha dejado con la boca abierta: las maravillas de la naturaleza. Carlos González, reconocido pediatra infantil, escribió en 2006 el libro "Un regalo para toda la vida. Guía de la lactancia materna". De él destacaría uno de los misterios que la ciencia aún no se explica: como el bebé, de forma innata, sabe cómo obtener más "agua" o más proteínas del pecho de la madre con la forma de chupar. Como el bebé, cuando se le deja escoger, regula perfectamente las mamadas, la frecuencia, el ritmo, en función de sus necesidades y estado de salud. Ante esta sabiduría innata, respondemos los adultos con nervios, pautas y horarios, que sólo están causados por nuestras obligaciones y no por las necesidades de los niños. Pero claro, poco puede hacer la naturaleza cuando, ya desde el principio, nos creemos tan listos y capaces de alterar lo que millones de años han ido conformando, ignorando que el simple hecho de practicar una cesárea innecesaria puede condenar a nuestros hijos a una grave carencia en su sistema intestinal e inmunitario. Y nosotros tan tranquilos.

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