miércoles, 26 de octubre de 2016

De por qué la obesidad no es una enfermedad (nos pasa porque engañamos al cuerpo) y el estrés nos lleva al cáncer.

Una parte de lo que os quiero contar ya ha sido "olfateado" por algunos investigadores (no ligados a la medicina, sino a la evolución del hombre), pero no lo han terminado de concretar. Yo lo intentaré. Y tratando de no agobiaros con demasiados cientifismos.

La primera cuestión es determinante. Si alguien os empieza a hablar de calorías, miau. Hay calorías de muy diversos tipos. Y no tienen nada que ver unas con otras en cómo suman al resultado final.

Como dato adicional, vaya por delante que siempre uso el término glucosa como subproducto de los azúcares, aunque, a veces, le debería llamar fructosa. Pero no lo hago para evitar confusiones con la fructosa de la fruta. La confusión que se ha creado es enorme. La fibra de la fruta (insisto siempre: entera, madura y de la época que toca en el lugar donde vives), aparte de ser probiótica, evita que la fruta se comporte como un glúcido "normal" (y no activa la insulina). Volvemos a las tonterías de siempre, originadas porque los "investigadores farmacéuticos" descomponen moléculas en lugar de analizar alimentos enteros. En resumen: la fructosa de la fruta no tiene nada que ver con la fructosa de los procesos de la glucosa, ni mucho menos con el famoso JMAF ( "jarabe de maíz alto en fructosa") y derivados con nombres cada vez más variados para que pasen disimulados .

Aprovecho para mencionar que, si hablamos de adelgazamiento, quizás habrá que "arrinconar" (según las personas) un poco ciertas frutas con contenidos muy altos en azúcares en relación a la fibra y el agua que aportan. Lo podeis deducir bastante fácilmente. Por ejemplo, la uva aporta mucho dulzor con poca fibra y poca agua. La sandía, en cambio, es dulce pero pesa mucho por su alto contenido en fibra y agua. Cuando hablo de fruta no incluyo ni los zumos, ni la fruta desecada, que se comportan como glúcidos. En el primer caso, no hay fibra y en el segundo no hay agua.

En el artículo anterior os hablaba del mecanismo "normal" de obtención de energía, que consiste en que las mitocondrias la obtienen (directa o indirectamente) de las grasas (y el oxígeno). Sin embargo, un mecanismo muy habitual es que utilicen glucógeno. Que viene a ser como un estadio intermedio entre la glucosa y la grasa que se genera en el hígado. Y que se almacena en el hígado y, sobre todo, en los músculos. El glucógeno se puede descomponer muy fácilmente en glucosa (y, mucho más, si entra en acción la adrenalina que se activa con el estrés) y es por eso que constituye la "energía de acción inmediata" del cuerpo. No repetiré aquí los mecanismos por los que el estrés "anormal" (el que no termina con un gasto energético importante) acaba depositando la glucosa (que era para una supuesta "acción inmediata") en la parte abdominal en forma de grasa. Pero sí os mencionaré, sin extenderme, un mecanismo físico por el que las enfermedades (y el cáncer, en particular) tienen tanto que ver con el estrés. El estrés agota el oxígeno y, en circunstancias de estrés, toda la energía que se pueda lograr es poca. Si el estrés no desemboca en "acción inmediata" (sino en nervios y angustia), la glucosa que ha entrado en el citoplasma de la célula no se utiliza. Y la única manera de "quemarla" en el citoplasma es con el mecanismo de la célula cancerígena (sin oxígeno).

En el mecanismo "normal", el glucógeno que se genera en el hígado sirve para dar energía al cuerpo durante 6-8 horas. Pasadas estas horas, si no llega más energía, el cuerpo activará la extracción de grasas del cuerpo para obtener energía. Os ahorro la mayor parte de la explicación y nombres científicos implicados en el proceso. El caso es que el comportamiento "normal" es el que había tenido el hombre durante varios millones de años.

Cuando entiendes este mecanismo, se ve claro que, cuando hay un ayuno o no se comen carbohidratos, el cuerpo entra en cetosis. Significa que se pone a consumir las grasas acumuladas. Y esto lo entenderéis mejor si os cuento las "situaciones alimentarias" del hombre "normal" (no actual).

El hombre comía varias veces al día, en pocas cantidades, y de forma variada (siempre que podía). No demasiado a menudo, comía alimentos que utilizaran la insulina (carbohidratos que no eran fruta). Pero, cuando lo hacía en cantidades pequeñas, porque necesitaba energía inmediata, generaba el glucógeno de "consumo inmediato" en el hígado y los músculos. Es decir, la alimentación normal del hombre consistía en fruta y verdura. En proporción, le daban mucha energía, pero "pacífica". No es casualidad que el hígado sea el órgano de generación de energía y a la vez el órgano ligado a la agresividad. Comer un "puñadito" de carbohidratos significaba: poco peso de alimento en el estómago (que facilitaba el movimiento), pero mucha energía de acción inmediata en el hígado y los músculos. Ideal para ir a cazar o huir de los depredadores.

Pero, ¿qué pasaba cuando comía muchos carbohidratos?. Es decir, grandes cantidades de semillas-cereales o miel o frutas secas o hidromiel, ... Pues que el cuerpo, sobre todo porque le provocaba un periodo de poca actividad física, interpretaba que se acercaba un periodo de carencias o hibernación y se dedicaba a generar grasa. De carbohidratos a triglicéridos y de estos a grasa en el hígado (traducido: hígado graso). Y esto provocaba una ralentización del cuerpo, ideal para la hibernación. [No es necesario que penseis en la hibernación que hace un oso, pero pensad que la última época glacial ocurrió hace 12.000 años y que los hombres la pasaban abrigados en las cuevas].

Lo vuelvo a explicar desde otro ángulo. Consumir carbohidratos (pocos) da un "chute" en el cuerpo (ideal para energía de uso inmediato). Consumir muchos carbohidratos genera un agotamiento en el cuerpo. Porque su digestión es difícil. Pero, a cambio, nos da una alta concentración de energía que dura mucho.

¡Oh, sorpresa !. El hígado graso es un mecanismo habitual del cuerpo que se genera cuando comes muchos más alimentos altamente energéticos de lo normal. Por que el cuerpo deduce que no necesitarás tanta energía de acción inmediata y porque la propia digestión de estos alimentos agota mucho al cuerpo. Dicho de otro modo. Un hombre que necesitaba un alto gasto de energía para perseguir una presa, se dedicaría a ir comiendo durante el día "puñaditos" de alimentos de alta energía. En lugar de durarle de 6 a 8 horas, en situaciones de alto consumo quizás le duraban 4. Pero, la digestión de los "puñaditos" (gracias a la acción de la insulina) tampoco era un drama. Daban energía, pero no inducían a la "modorra", sino a la acción.

En cambio, comer muchos carbohidratos en una sola comida, se convierte en una digestión lenta y difícil. Por que el cuerpo no puede generar tanta insulina. Y, entonces, el proceso digestivo da lugar a un volumen de grasas muy alto. Y no pasaría nada si, a continuación, hacemos un ayuno largo. Porque, de forma natural, las grasas se irían convirtiendo (muy poco a poco, eso sí) en energía.

Lo que pasa es que hacemos comidas de este tipo un día sí y otro también. Y el cuerpo lo único que hace es obedecer a sus mecanismos ancestrales. Cualquier animal (ya no digo racional, sino con los instintos naturales activados) evitaría hacer estas comidas tan copiosas y amodorrantes, excepto en la protección de su madriguera y en previsión de no tener que salir en mucho tiempo (hibernación o ayuno similar ). Y la explicación es de lógica natural. Un animal limitado en su movilidad, no sobrevive en la naturaleza. Pensad que tener el hígado graso, por mucho que sea un mecanismo natural, invalida al hígado para actividades de alta energía inmediata. El hígado es el órgano de la energía por excelencia. Pero el mecanismo del hígado graso está previsto que descomponga la grasa en energía poco a poco y durante un largo periodo. No para su consumo inmediato y de golpe.

Hay una norma muy sencilla (y lógica) que os ayudará a entender a vuestro cuerpo. Una comida de fruta o verdura cruda (sin hacer muchas mezclas) se digiere en menos de una hora. Una comida de muy poca cantidad de semillas-cereales en una hora. Una comida de gran cantidad de alimento mezclado, 5-6 horas. Todo lo que tarda mucho en digerirse o bien acaba generando tóxicos o bien acaba depositándose de forma "profunda" en nuestro cuerpo. Y cuesta mucho gastarlo.

Más ejemplos. Tened en cuenta que, en la sabana africana, los únicos que se pegan unas comilonas inmensas en cuanto tienen una presa son los leones. Por que nadie se atreve a atacarlos, aunque se queden amodorrados durante días. En cambio, los leopardos van comiendo la presa en varias sentadas y la suben a los árboles o la esconden. Necesitan agilidad para escapar de los depredadores que les podrían atacar si tuvieran la movilidad reducida. Lógica de la naturaleza.

Pero volvamos a nuestras digestiones. La razón de que no convengan digestiones de comida mezclada es muy simple: el cuerpo no usa ni las mismas enzimas, ni el mismo grado de acidez estomacal, ni el mismo tiempo de digestión, para cada tipo de comida. Y el problema añadido es que mezclarlos genera "monstruos".

Quiero decir que activar la insulina con los cereales hará que esta quiera descomponer también los carbohidratos presentes en la verdura que, en condiciones normales y por sí sola, no la hubiera activado. Y que la fruta o la verdura crudas, que por sí solas se hubieran digerido en poco menos de una hora, estén fermentando de forma anormal durante horas. O que la carne, que debería pasar rápidamente, acabe generando tóxicos durante la difícil digestión.

Mención aparte merece la distinción entre los cereales-semillas de origen natural (integrales), que llevan incluida su cascarilla de fibra natural, que provoca que sean glúcidos de asimilación lenta, respecto a cualquier tipo de engendro refinado o mezclado con fibras o enriquecido o vitaminado. Estos engendros son lo mismo que nos hacen con los medicamentos: alimentos descompuestos y refinados antinaturalmente que el cuerpo no sabe cómo tratar.

Una vez explicado todo esto, lo podría ampliar y profundizar. Pero creo que ya es suficiente. Por que también deberíamos tener presente el gasto energético de cada persona y su metabolismo.

Y, hablando de metabolismos, os contaré un "chisme" de las empresas farmacéuticas. Sus investigaciones "punteras" y recientes consisten en extraer moléculas de alimentos naturales para convertirlas en medicamentos. Pero también se han dedicado a investigar la diversidad de bacterias de la microbiota intestinal de diversos grupos humanos. Y han descubierto que, en el mundo occidental, hemos perdido algunas bacterias "comegrasas" que todavía están presentes en África. Por ello, están rebuscando en los charcos africanos para reincorporarlas (como "medicamentos", está claro) a nuestros cuerpos.

Creo que ya os había explicado que, hace pocos años, la OMS publicó un estudio sobre las alergias en el mundo "civilizado". El lugar donde la incidencia era un 98% menor que en el resto eran las favelas de Río de Janeiro. Traducido: allí donde los niños todavía comen arena y se rebozan con barro, el sistema inmunitario se refuerza. Allí donde los llevamos entre algodones, se vuelven flojos y enfermizos. Como siempre, debemos ser conscientes del precio que estamos pagando por esta vida antinatural.

¿Cuántas enfermedades, cuántos muertos, cuántas selvas, cuántos animales desaparecidos, cuánta diversidad destruida hace falta para que reaccionemos?

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